Las tendencias actuales de diseño, desde el neominimalismo hasta los patrones geométricos, las gracias llamativas y el uso creativo del espacio negativo, tienen un gran impacto, y las marcas se adaptan a ellas con diseños atemporales y sofisticados.
Quizá detecte un denominador común cuando se trata de marcas y comunicaciones visuales. Ya esté recorriendo los pasillos del supermercado o mirando los rótulos de las tiendas del centro comercial de su ciudad, seguro que se habrá percatado del uso predominante del blanco.
Por supuesto, el color sigue estando muy de moda, pero el blanco complementa incluso los logotipos más llamativos. Coca Cola utiliza un rojo eléctrico, Cadbury's un púrpura intenso y Starbucks un verde cadmio. La próxima vez que vea cada uno de estos logotipos plantéese lo siguiente: es el blanco lo que hace que estas marcas instantáneamente reconocibles.
Al igual que cambian las tendencias de diseño, también lo hacen los soportes de impresión. Se recurre a las etiquetas para innumerables finalidades. Las etiquetas de los productos a menudo forman parte de los envases de las marcas. Se colocan en los productos que hay en las tiendas para así llamarle la atención desde la estantería. También proporcionan información de gran importancia, como características e ingredientes del producto que ayudan a los clientes a tomar una decisión bien fundada.
Cuando hablamos de impresión de etiquetas, reflejar las últimas tendencias de diseño, que tienden a un uso predominante del blanco, no resulta nada fácil ni asequible para las empresas. Normalmente, la impresión de etiquetas se subcontrata a proveedores de impresión externos, y las imprentas siempre han ofrecido impresión monocromática en blanco a través de largos procesos de impresión y con máquinas muy caras.
Este proceso exige pedidos de etiquetas en grandes cantidades para reducir los costes, lo que a menudo genera un exceso de existencias en el almacén que se acaban tirando cuando ya no se necesitan. Este requisito habitual de sobreproducción no es solo un desperdicio de dinero, sino que puede dañar la imagen de sostenibilidad de una empresa si genera residuos innecesarios y, por supuesto, afectar negativamente a sus finanzas.